Quizás
el síntoma universal que figura en primer término en las consultas
de psicología clínica es el de ansiedad. Vivimos en un mundo donde
es fácil estar ansioso por distintos motivos, pero en la escucha
activa aparece también uno de los grandes problemas del sujeto: la
inseguridad; “es mi talón de Aquiles” me decía una
paciente esta semana. La inseguridad en sí misma, llamada con
diferentes significantes: falta de autoestima, sensación de
des-protección, etc, es uno de los problemas que más se tratan en
la consulta y que quizás mejor pronóstico tienen, si el/la paciente
tienen suficiente paciencia. Para ello hay que mejorar el síntoma
inicial: la ansiedad, que también tiene buen pronóstico.
Para
estos tratamientos hay que conseguir la paciencia del paciente,
vencer la inmediatez de este mundo, donde se quiere conseguir las
cosas en el momento. Es importante hacer cierto recorrido donde las
palabras toman otra significación cuando se dicen en la consulta. El
dispositivo permite que la palabra circule, cobre un nuevo sentido, y
se relacione con los sucesos, situaciones, momentos, etc, que
requieren revisar para des-obstruir el proceso que abre el
inconsciente.
En
dicho proceso el/la sujeto recordará momentos en los que frente a la
demanda del Otro, busca un reconocimiento, aunque fuera el más
básico: el de la propia imagen. Meses después de nacer comenzamos a
formar nuestra propia identidad a partir del reconocimiento en la
imagen proyectada que nos devuelven, proceso complejo ya que el ser
humano nace inmaduro, y va paralelo a la maduración cerebral, hasta
que sobre los dos años el cachorro humano puede reconocerse en su
propia imagen y decir que ese que está al otro lado del espejo, soy
yo, capacidad que solo tiene nuestra especie (según la
etología). Y que vendrá refrendada por la mirada de la madre (o
quién haga esta función). Desde ese momento se espera que este
proceso de formación de la identidad, de formación del yo profundo,
sancionado por el adulto, vaya evolucionando.
Esta
captura de la imagen, de orden imaginaria, tendrá que ser
simbolizada por la palabra en el acto del reconocimiento y que tendrá
mucha importancia por ejemplo en los problemas que puedan producirse
con la anorexia. Por ello es tan importante y crucial para todo ser
humano. La formación de este yo irá evolucionando con las
identificaciones (proceso
psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una
propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente,
sobre el modelo de éste)
en las que nos fijemos
en el transcurso de nuestra maduración, hasta constituir un ser en
sí mismo. Pero todas ellas también dependerán de la interacción
con las figuras paternas, y con otras que irán apareciendo. Será
aquí donde se vaya formando el ego (llamado por ciertas corrientes
psicológicas: self). En esta interacción o relación con el Otro,
habrá una demanda implícita de reconocimiento, según como se haga
este re-conocimiento, se irá conformando la cuestión que nos ocupa
hoy: la sensación de seguridad en sí mismo. Serán por tanto más
seguros los individuos que hayan tenido un mayor apoyo de sus padres.
Por eso es tan importante el cariño en la familia.
No
obstante las cosas no son tan simples, esta atención puede ser de
diferentes formas. Por ejemplo en una familia donde los padres pueden
ser muy exigentes, hacen que el listón se ponga tan alto, que pueda
sentirse que no se llega, y causar por tanto un sentimiento de “no
valer” tanto, o que circunstancias de la vida nos afecten más
a nosotros que a un hermano que ha tenido mejores condiciones para
destacar, y que ante la comparación, pensemos que nosotros somos
“menos que él”. La casuística es muy grande y por ello
es necesario verla caso por caso.
En
siguientes escritos seguiremos con este tema, viendo también como
puede actuar la terapia analítica en estos procesos en los que se
quiere conseguir mayor seguridad en sí mismo.
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