Afortunadamente
ya no se mira mal, o de forma rara, a las personas que deciden ir al
psicólogo. Creo que hemos avanzado un poco en este sentido. No
obstante en los lugares más pequeños, todavía hoy en día puede
ser causa de vergüenza o de incomodo el mencionarlo, por lo que
puedan pensar los demás. En este país “el qué dirán”
sigue pesando mucho. Todavía algunos pacientes al principio, me
agradecen el acceso a mi consulta por un entresuelo discreto y no por
el patio principal.
Retomando
la pregunta de cuándo tomar la decisión, suele ser necesario
formularse otra cuestión fundamental, en un momento temporal
anterior: “¿por qué?”. Es
decir cuándo se crea el interés por querer saber.
La
verdad es que esta pregunta siempre ha movilizado. Mueve a la
filosofía y a la ciencia, y produce un avance en el conocimiento.
Quiero saber qué pasa, o
mejor: quiero saber qué me pasa.
Este pequeño giro hacia el conocimiento es lo que mueve a
reflexionar, a investigar primero por nosotros mismos, por las causas
de nuestro padecimiento. Por qué tengo momentos de
angustia, o de ansiedad, que me cuesta mucho controlar; por qué me
altero tanto; por qué me afecta esto tanto; por qué reacciono así.
Es decir cuando me extraño de algunas conductas que realizo de forma
inconsciente, y no las puedo controlar.
Si
además estos problemas afectan al lazo social, a las relaciones con
mis amistades o incluso en el trabajo, con los otros. Entonces sube
un poco más su importancia, y me preocupan más.
Trataremos
de evitarlas durante un tiempo, pero cuando se repiten, empezaremos a
preguntarnos el por qué, su origen, su génesis. Si la repetición
empieza a ser importante, surgirá otra nueva pregunta clave: “¿por
qué me vuelve a pasar esto?”. Cuando un problema se repite,
empieza a tomar la consideración de síntoma y podemos oír el
comentario de algún buen amigo: “esto que te (vuelve a) pasa, ya
es sintomático, tendrías que hacértelo mirar”. Y así
comprobamos que la repetición conduce al síntoma, a una especie de
cristalización de una conducta, que cada vez será más difícil de
evitar. Incluso en algunos casos, puede derivar en una fobia.
También
puede ser que nuestro proceso de reflexión encuentre alguna
respuesta. Por ejemplo: un suceso que nos puede aclarar el suceso
traumático, que nos afecta, en un proceso demasiado simple de
análisis: “ya sé que no puedo subir en ascensor, porque
de pequeño me encerraron en un armario”, pero
la psique no funciona así de fácil, hay algo más. Y será ese
“algo más” inconsciente que tendremos que analizar para poder
curarnos del síntoma. Para ello tendremos que reconocer que la
pregunta ¿por qué?, no está contestada en profundidad. La
repetición entonces nos podrá conducir a buscar a un sujeto del que
suponemos un saber. Un profesional que nos pueda ayudar a encontrar
ese por qué, que tendremos que encontrar nosotros mismos, ayudados
por el dispositivo que el psicoanalista, pone a nuestra disposición,
para encontrar la causa de nuestro malestar.
Conforme
nos adentremos en esta análisis del inconsciente, encontraremos la
mejoría que se produce al re-encajar de otro modo, las piezas o
temas que no entendíamos en su momento y ahora sí lo vemos claro.
Como cuando nos cuentan un chiste en el que no encontramos la gracia,
hasta que determinado rasgo nos alumbra sobre su significado, y
entonces podemos reír, igual que se ríe cuando nos encontramos
felices sin problemas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario